LAS
MENTIRAS SOBRE LA REFORMA EDUCATIVA
Luis
Hernández Navarro / La Jornada / 15 enero 2013
El
Pacto por México y el gobierno federal llevan a cabo una campaña en medios de
comunicación para convencer a los maestros de México y a la opinión pública sobre
las bondades de la reforma educativa recientemente aprobada por el Congreso de
la Unión.
El 9 de
enero se publicó un desplegado en 29 periódicos locales y cuatro de circulación
nacional dirigido a los maestros de México, con el objetivo de compartir información
acerca de las reformas que se están haciendo al artículo tercero
constitucional. El comunicado califica a los docentes de apreciables.
Curiosamente,
el documento no está firmado por el Congreso de la Unión, sino por el Pacto por
México. Nadie en lo personal se responsabiliza de él. En el mensaje se explica
por qué fue promovida la reforma, qué supuestos beneficios traerá, para qué se
crea el Servicio Profesional Docente y por qué dar autonomía de gestión a las
escuelas.
Ya
encarrerado, el pacto difundió tres espots, copia y calca de los materiales
producidos para divulgar las obras gubernamentales de moda desde el Pronasol de
Carlos Salinas. Abundan en ellos idílicas imágenes de maestros, niños y
escuelas con un mensaje central: la reforma educativa eleva la calidad de la
educación pública y respeta los derechos de los maestros.
Para
remachar la campaña, el 10 de enero, Emilio Chuayffet reiteró que la educación
no es propiedad de un grupo, sino de la sociedad, por lo que el Estado va a
reasumir su rectoría. Al participar en el Foro México 2013, descartó que la
reforma educativa sea privatizadora.
Advirtió
que no habrá excepciones para nadie en cuanto a la evaluación o cumplimiento de
requisitos que se consideren necesarios para brindar una educación de calidad.
Según él, la reforma no es antilaboral ni antimagisterial, sino que tiene por
objeto dar certeza al maestro; certidumbre en su ingreso, en su promoción y
desempeño como docente.
En
plena demostración de su talante autoritario, aseguró que una vez que la
reforma sea aprobada se efectuarán una consulta y una amplia campaña para darla
a conocer. ¿De qué sirve una consulta cuando la reforma ya fue hecha? ¿Por qué
se evadió cualquier debate en foros públicos?
Ni el
desplegado ni los espots ni las declaraciones de los funcionarios explican cómo
es que la reforma hará realidad todos los propósitos que anuncian. No puede ser
de otra manera, pues la mayoría de las modificaciones que se hicieron van en
sentido contrario de lo que el pacto asegura buscar.
La
reforma educativa no tiene un proyecto educativo explícito. No hay en ella nada
que esclarezca hacia dónde se quiere caminar en el terreno pedagógico ni cómo
resolver los principales problemas del sector. Por ejemplo, no hay una sola
idea que aclare cómo terminar con la desigualdad y el rezago educativo en el
que se encuentran 32 millones de personas.
Lo que
se aprobó no es una reforma educativa, sino una reforma laboral y
administrativa disfrazadas. Su objetivo es que el Estado arranque al SNTE la
conducción de la educación pública, y que los maestros pierdan un derecho
adquirido: la estabilidad en el empleo.
No
obstante afirmar que los resultados educativos son producto de múltiples
factores y no dependen exclusivamente de los docentes, en el fondo sostiene que
el avance educativo de los alumnos es responsabilidad única de los maestros.
Por eso, la reforma pone el acento en los mecanismos de control sobre el
magisterio, no en los de su participación en la definición del proyecto
educativo ni en su capacitación.
De
manera vergonzante, sin hacerlo explícito, sostiene que el sistema escolar debe
actuar de la misma forma en que funcionan las operaciones de las empresas
privadas. Siguiendo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico, advierte que los maestros deben estar controlados y rendir cuentas
sobre la base de exámenes estandarizados, cuyos resultados deben servir para
premiarlos a ellos y a las escuelas con estímulos económicos, si los resultados
son buenos, o castigarlos con el despido, si son malos.
La
medicina recetada por la institución no deja lugar a dudas: México necesita con
urgencia un sistema de evaluación docente basado en estándares (…) recompensar
a los docentes excelentes o dar apoyo a los docentes de menor desempeño. Los
docentes que presenten un bajo desempeño de forma permanente deben ser
excluidos del sistema educativo.
El
pacto afirma que el Servicio Profesional Docente fue creado para reconocer los
méritos de los maestros y asegurar que accedan a las plazas docentes con base
en su esfuerzo y desempeño personales. Señala que servirá para que los
profesores, directores y supervisores tengan certidumbre, estabilidad y
condiciones equitativas en su promoción laboral. Habrá –dice– reglas claras,
justas y transparentes que estimulen la profesionalización de los profesores,
asegurando y promoviendo sus derechos.
La
afirmación es falsa. Lo que la reforma legaliza es la posibilidad de despedir a
maestros y directores que cuentan ya con una plaza de base definitiva (y, por
tanto, con un derecho creado), si no obtienen calificaciones adecuadas en las
evaluaciones que se les realicen. La permanencia en el empleo está en
entredicho.
El
Pacto por México asegura que la autonomía de gestión facilitará que los
recursos públicos lleguen a las escuelas y sean eficazmente utilizados,
garantizando la gratuidad de la educación pública. Mentira: la legislación abre
la puerta para que, en nombre de esa autonomía, y con el pretexto de involucrar
a los padres de familia en la gestión y el mantenimiento de las escuelas, se
legalicen de
facto las
cuotas, se permita la entrada de empresas a los centros escolares y se
convierta en letra muerta el precepto constitucional que garantiza la gratuidad
de la educación pública. Eso tiene un nombre: privatización.
Las
expresiones de descontento entre el magisterio contra la reforma son cada día
más evidentes. Los docentes no se tragan los cuentos que difunden las campañas
publicitarias del pacto. Se anuncia ya la batalla por la legislación
secundaria. Los próximos meses veremos cómo la inconformidad crece.
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